Opinión #ArturoBrizio | 4-Octubre-2024
¿Por qué no vienen?
Arturo Brizio EN REFORMA
04 octubre 2024
El público se está alejando de los estadios en el futbol mexicano.
Esto es una verdad incontrovertible, apoyada, además, en cifras, estadísticas y números sumamente confiables.
El fenómeno se empieza a entender y a atender ahora que se manifiesta fehacientemente en la Liga MX, pero hace mucho que en las transmisiones de la Liga de Expansión miramos el graderío prácticamente vacío.
El futbol femenil, salvo la Liguilla, no se salva y de las Segunda y Tercera Divisiones, ya mejor ni le cuento.
El fenómeno se empieza a entender y a atender ahora que se manifiesta fehacientemente en la Liga MX, pero hace mucho que en las transmisiones de la Liga de Expansión miramos el graderío prácticamente vacío.
El futbol femenil, salvo la Liguilla, no se salva y de las Segunda y Tercera Divisiones, ya mejor ni le cuento.
Me gusta aderezar estas colaboraciones con alguna anécdota y en este caso tiene que ver con la familia.
Resulta que teníamos una madrina que se las daba de ricachona. Tenía una bonita casa en una de las colonias que empezaban a emerger en las afueras de la Ciudad de México, hoy devoradas por la mancha urbana.
Cuando mis papás anunciaban que se aproximaba una visita a la pariente, a todos los hermanos nos atacaban entre una crisis de tos, diarrea, sarpullido o cualquier otro tipo de malestar que nos permitiera quedar en casa.
En la época que le platico el poder de los progenitores era omnímodo, no como ahora que los chamacos de ambos sexos hacen lo que les viene en gana.
Así que cargando nuestros ficticios malestares, enfilábamos la proa hasta la temida mansión.
De entrada, te recibía con un fingido "qué bueno que llegaron", acompañado de un beso al aire.
Luego, en el pórtico tenía lugar el humillante rito de quitarse los zapatos.
"Es que la alfombra es nueva y al color camello no se quitan las manchas", era la explicación.
La conversación giraba en torno a viajes, negocios y amigos que no entendíamos ni conocíamos.
La comida, bastante regular y los postres, hechos con sus propias manecitas, una bazofia.
Pues con el tema de nuestro futbol sucede algo muy parecido.
Asistir a un estadio se ha vuelto un infierno para el aficionado.
Tránsito lento, problemas para estacionar, transporte público inadecuado o de plano inexistente, boletos caros y una inseguridad rampante rodea el hecho que debería ser un jolgorio.
Adentro, nada que transforme la ida al inmueble en una experiencia, como lo hacen en los deportes en Estados Unidos.
Baños sucios y malolientes, comida y bebida a precios onerosos y, en general, nada para recordar.
Ya en el tema cancha, partidos soporíferos, con demasiados cortes, fingimiento de faltas, conatos de bronca y pocos goles.
Si a ello le sumamos la sobre oferta de futbol internacional, que ofrece platillos deleitosos toda la semana, pues estamos en presencia de una tormenta perfecta.
La abolición del descenso, el exceso en el número de extranjeros, los constantes "parones" por una mala planeación de la Leagues Cup y las fechas FIFA, son unas de las muchas causas para que el público conteste con un cortés "gracias no" a la invitación a llenar las tribunas.
Igualito que a la madrina de mi historia, que una vez que nos hicimos adultos, nos llamaba cada mes para preguntar: "¿por qué no vienen?".
X: @arturobrizioc
Resulta que teníamos una madrina que se las daba de ricachona. Tenía una bonita casa en una de las colonias que empezaban a emerger en las afueras de la Ciudad de México, hoy devoradas por la mancha urbana.
Cuando mis papás anunciaban que se aproximaba una visita a la pariente, a todos los hermanos nos atacaban entre una crisis de tos, diarrea, sarpullido o cualquier otro tipo de malestar que nos permitiera quedar en casa.
En la época que le platico el poder de los progenitores era omnímodo, no como ahora que los chamacos de ambos sexos hacen lo que les viene en gana.
Así que cargando nuestros ficticios malestares, enfilábamos la proa hasta la temida mansión.
De entrada, te recibía con un fingido "qué bueno que llegaron", acompañado de un beso al aire.
Luego, en el pórtico tenía lugar el humillante rito de quitarse los zapatos.
"Es que la alfombra es nueva y al color camello no se quitan las manchas", era la explicación.
La conversación giraba en torno a viajes, negocios y amigos que no entendíamos ni conocíamos.
La comida, bastante regular y los postres, hechos con sus propias manecitas, una bazofia.
Pues con el tema de nuestro futbol sucede algo muy parecido.
Asistir a un estadio se ha vuelto un infierno para el aficionado.
Tránsito lento, problemas para estacionar, transporte público inadecuado o de plano inexistente, boletos caros y una inseguridad rampante rodea el hecho que debería ser un jolgorio.
Adentro, nada que transforme la ida al inmueble en una experiencia, como lo hacen en los deportes en Estados Unidos.
Baños sucios y malolientes, comida y bebida a precios onerosos y, en general, nada para recordar.
Ya en el tema cancha, partidos soporíferos, con demasiados cortes, fingimiento de faltas, conatos de bronca y pocos goles.
Si a ello le sumamos la sobre oferta de futbol internacional, que ofrece platillos deleitosos toda la semana, pues estamos en presencia de una tormenta perfecta.
La abolición del descenso, el exceso en el número de extranjeros, los constantes "parones" por una mala planeación de la Leagues Cup y las fechas FIFA, son unas de las muchas causas para que el público conteste con un cortés "gracias no" a la invitación a llenar las tribunas.
Igualito que a la madrina de mi historia, que una vez que nos hicimos adultos, nos llamaba cada mes para preguntar: "¿por qué no vienen?".
X: @arturobrizioc
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