Opinión #FranciscoJavierGonzález | 20-Junio-2024

 

¿Somos tan malos?

Francisco Javier González EN REFORMA

20 junio 2024


Cuando un deportista recibe el llamado para representar a su país, cobra sentido mucho de lo que le ha dedicado a su carrera.


Los padres que le compraron su primer balón, la bicicleta con la que aprendieron a andar o las clases de judo en las que veían grandototes a todos los demás. Ese fue, sin saberlo, el momento de la iniciación.

Ser deportista profesional es un premio al sueño que muchos alimentamos alguna vez. Pero lo consigue sólo una minoría porque los deseos se estrellan frecuentemente con la realidad. Para llegar ahí es necesario tener talento, vocación, dedicación y una disciplina que permita cambiar una vida de amigos, eventos familiares y comilonas, en otra que prohíbe muchas de esas cosas.

Cuando nos sentamos en la tribuna o ante el televisor para ver una competencia deportiva, es probable que lo hagamos rodeados de gente, tal vez con una copa en la mano y la botana en la mesa de centro. Las descalificaciones salen de la boca como las coplas le salen a Serrat: a borbotones.
Casi todos son ineptos, incapaces, faltos de técnica, carentes de imaginación. El futbolista de sillón es el que mejor juega. Y como opinar es de lo poco en la vida que se puede hacer sin saber, lo hacemos como una catarsis de todos nuestros problemas y traumas. A fin de cuentas, dicen, el deporte pasivo sirve para desahogarnos.

El sábado debuta México en la Copa América y las encuestas dicen que es el peor equipo de no sé cuántas décadas. Que no tiene personalidad, rumbo, esquema, ni futbolistas que merezcan estar ahí. Estamos convencidos de que somos malos -o mejor dicho, son malos porque como afición no nos incluimos- y si pasan de la primera ronda será de milagro.

El técnico, el jugador y el directivo tienen un reto mayor que el de enfrentar al adversario: no creérselo. Porque de tanto decir que son incapaces, se corre el riesgo de que lo asuman y por lo tanto, ejerzan.

Es cierto que la tendencia no invita al optimismo y también que hay mil cosas que deben mejorarse. Pero lo es también que pese a la ausencia de cuatro o cinco consagrados, no hay más. Ni tiempo, ni futbolistas. Así que dentro de la escasez, el equipo mexicano tiene derecho a probarse a sí mismo y a los demás que puede con el paquete. No tiene que preguntar, no tiene que hacer caso del ruido. Tiene que convencerse, jugar y demostrar. Si un día decidió tomar el camino del deporte profesional y fue capaz de saltar los mil obstáculos que se le presentaron, esto será menos complicado. Lo más duro ya lo pasó. Ahora tiene que usar todas las herramientas que el trayecto le puso en la mano.
No se puede apostar por el éxito de la Selección, pero tampoco por su fracaso. La competencia dictaminará su tamaño en los partidos que importan: los oficiales con toda la presión encima. Como éstos de la Copa América en los que el futbolista debe recordar su camino empedrado para no dejarse ningunear.

 
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